sábado, 20 de febrero de 2016

Las ballenas siguen en peligro

Las ballenas siguen en peligro

Las ballenas siguen en peligro

Las ballenas siguen en peligro

Les reventaban la cabeza con arpones bomba. Los océanos se vaciaron de cetáceos... hasta 1986 cuando la moratoria les salvó por la campana. Treinta años después de aquellas masacres, la contaminación es su principal amenaza

En los 60 se capturaban 70.000 ballenas al año, ahora se cazan 1.500. Pero decenas de miles más mueren atrapadas en redes y por los plásticos que se tragan
BORJA OLAIZOLA  20 febrero 2016

Repasar la evolución de las capturas de la flota ballenera antes de la moratoria de la pesca comercial de 1986 produce cierto mareo, incluso aunque uno no tenga especial aprecio por los cetáceos. Si en 1910 se mataron 43 cachalotes y 1.303 rorcuales, medio siglo después, en 1958, las cifras se habían disparado hasta 21.846 cachalotes y 32.587 rorcuales. La progresión, como se ve, es vertiginosa y explica que las poblaciones de los grandes cetáceos, los más rentables para los balleneros, experimentasen una drástica reducción. «Cuando se puso fin a la caza de ballenas se habían matado casi tres cuartos de todos los cachalotes del mundo, reduciendo su número de más de un millón en 1712 a 360.000 a final del siglo XX», escribe Philip Hoare en ‘Leviatán o la ballena’, un libro que explora la relación del hombre con la criatura más descomunal de la creación.

UN ARPÓN EN EL 'AZOR'
Franco y los cachalotes

Franco hizo instalar un cañón para arponear cetáceos en el ‘Azor’. Lo cuenta Alex Aguilar en su libro ‘Chimán’, donde recuerda que capturaba uno o dos cachalotes al año. Los dejaba en el puerto más cercano pero, en vista de las quejas de los lugareños por su olor cuando se descomponían, los empezó a llevar a las factorías balleneras que había en Galicia.

Aceite en el espacio

El aceite de ballena no se solidifica por las bajas temperaturas, así que las naves especiales de la NASA llevan lubricante de cetáceos en sus engranajes.

1985 fue el año en que se cepturó la última ballena en aguas españolas. Fue un rorcual hembra de 17 metros arponeado frente a la costa gallega el 21 de octubre.

El cachalote, dentro de lo que cabe, salió bien parado de la escabechina. Algunos de sus parientes fueron reducidos hasta el umbral de la extinción. Especies como la ballena franca, capturada desde la Edad Media, o la ballena azul, el animal más grande del planeta, sometido a una presión formidable (solo en la campaña 1967-68 se mataron 32.000 ejemplares en la Antártida), quedaron tan mermadas que la amenaza de su desaparición está lejos de haber remitido. De la primera se calcula que hay entre 300 y 350 ejemplares en el Atlántico Norte occidental y se cree que sobreviven unas 2.300 ballenas azules, menos del 1% de las que había antes de que empezaran a matarse.

Las estimaciones sobre las poblaciones las hace la Comisión Ballenera Internacional a partir de un patrón que secuencia avistamientos en todos los océanos. No son cifras concluyentes, ya que las ballenas siguen siendo unas grandes desconocidas. En especies marinas de ciclo corto un parón biológico de tres décadas sería suficiente para determinar si la población se ha recuperado. Los grandes cetáceos, sin embargo, tienen sus propios ritmos y los científicos creen que cualquier conclusión resulta precipitada. «El ciclo vital de la anchoa –apunta Enrique Franco, de la asociación Ambar– es de tres años, así que un paréntesis de unos pocos años es suficiente para hacerse una idea de la evolución de la biomasa. Una ballena boreal, sin embargo, vive más de doscientos años y entre el nacimiento de una cría y su paso a la edad fértil pasan 25 años. Aún es pronto para decir si la población de las ballenas más amenazadas se recupera, aunque las observaciones nos dicen que hay una tendencia al alza».

Cachalotes a la vista

Las noticias que llegan de las ballenas vienen casi siempre de muy lejos. Varamientos en las costas de Chile y Canadá, protestas por las capturas de las flotas japonesa y noruega en el Ártico... Los grandes cetáceos, sin embargo, forman parte de la realidad más inmediata para las personas que conviven con el mar. «Hace un mes se vio una ballena jorobada saltando frente a la costa de Gijón», observa el vicepresidente de Ambar, asociación que realiza avistamientos de cetáceos en el Cantábrico desde hace dos décadas. «Las que más a menudo se observan son los rorcuales y los cachalotes», precisa la oceanógrafa y colaboradora de Ambar Isabel Guzmán, que hace salidas regulares en velero para avistar cetáceos desde San Sebastián. La muerte de un rorcual en plena playa de La Concha hace cuatro años terminó de convencer a los más descreídos de que las ballenas son algo más que seres mitológicos que pueblan las páginas de los libros y las pantallas de los cines.

El biólogo Alex Aguilar vivió de cerca los últimos años de la industria ballenera española. El ahora director del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona elaboró informes para la Comisión Ballenera Internacional de las pesquerías en aguas peninsulares antes de la moratoria. Aguilar recuerda que fue un armador noruego el que recuperó la tradición ballenera en nuestras costas. En su libro ‘Chimán’, que se hace eco del nombre que las tripulaciones gallegas de los balleneros daban a las piezas de gran tamaño, relata que entre 1921 y 1985 se capturaron 21.000 ballenas en aguas españolas, primero en el Estrecho y más tarde en Galicia. «No era una pesquería tan intensiva como las que practicaban las flotas equipadas con buques factoría. Las ballenas capturadas, sobre todo rorcuales y cachalotes, se procesaban en tierra y eso limitaba el radio de acción y el volumen de capturas».

El arpón granada

En la pesca de la ballena hay tres grandes etapas: la pionera, dominada por vascos y vikingos, la moderna, protagonizada sobre todo por los estadounidenses, y la era industrial, con noruegos, británicos y rusos como directores de orquesta. En las dos primeras la captura del gran leviatán tenía un componente épico: había que sortear mil peripecias para localizarlo y luego enfrentarse al coloso en un combate muchas veces letal para los balleneros. A partir de la invención del vapor y, sobre todo, del arpón granada, que estalla en la cabeza del animal, la pesca ballenera derivó en una carnicería industrial sin atisbo de grandeza. Los grandes buques factoría, capaces de procesar las piezas a medida que iban siendo izadas a bordo, se convirtieron en depredadores implacables. Philip Hoare cuenta en su libro que en 1948 el navío ‘Balaena’, con una tripulación de 570 hombres, «regresó triunfante a Southampton habiendo capturado 3.000 ballenas, el 10% del total de las capturas de esa temporada».

La industrialización vació los océanos de grandes cetáceos. «Una flota factoría –precisa Hoare– puede sacrificar 70 animales al día, utilizando misiles que parecen traídos del futuro, con bridas y alerones diseñados para que exploten en cráneos gigantes. 360.000 ballenas azules murieron de ese modo en el siglo XX, reduciendo su población a solo 1.000 individuos. Hacia la década de 1960 la ballena azul estaba a todos los efectos extinguida a nivel comercial». La brusca disminución de la rentabilidad por el agotamiento de los caladeros convenció a los países balleneros de que había que poner límites. Las campañas de las entonces incipientes organizaciones ecologistas generaron una nueva sensibilidad hacia las ballenas que ayudó a que la moratoria de 1986 prosperase.

Aunque hay países como Japón, Islandia y Noruega que se saltan a la torera la prohibición de la pesca comercial, la presión a la que están sometidos hoy los cetáceos nada tiene que ver con la de hace medio siglo. Los 1.500 ejemplares que se capturan de media al año desde 1986 apenas representan el 2% de las 72.471 ballenas que se mataron en 1965, en plena apoteosis de la pesca industrial.

– ¿Sería posible que se autorizase de nuevo la pesca de ballenas?

– «Sería una decisión inconcebible y absurda porque la sociedad no lo toleraría y, además, no existe una demanda real de productos de ballena», responde sin vacilar la bióloga Elvira Jiménez, responsable de Océanos de Greenpeace.

El profesor Alex Aguilar, que sigue colaborando con la Comisión Ballenera Internacional, no descarta sin embargo la implantación de un sistema de cuotas. «La moratoria se aprobó para cinco años y ya han pasado treinta. Más pronto o más tarde va a haber una revisión y es posible que se vaya a un modelo de cuotas de pesca que permita un aprovechamiento sostenible de un recurso natural».

Sea cual sea el futuro que les espera a las grandes ballenas, lo que está claro es que ahora su principal amenaza es la contaminación. Decenas de miles de ellas mueren enredadas en aparejos de pesca, atrapadas por la basura y asfixiadas por latas y residuos de plásticos abandonados en las aguas. Además, el calentamiento del mar está desplazando sus bancos de alimentos cada vez más al norte, lo que altera sus rutas migratorias y abre un interrogante sobre sus rutinas de reproducción. Puede que ni siquiera la tregua de 1986 sea ya suficiente para garantizar su futuro.
Las ballenas siguen en peligro

miércoles, 17 de febrero de 2016

Neandertales y sapiens se cruzaron hace 100.000 años

Neandertales y sapiens se cruzaron hace 100.000 años

Representación de la salida de África de los sapiens.
Representación de la salida de África de los sapiens. / CSIC

Un estudio adelanta la época en la que se mezclaron los primeros especímenes de nuestros antepasados
EFE | MADRID 17 febrero 2016

Cada vez son más los datos científicos que avalan que el proceso de la evolución humana es más parecido a un mosaico, más complejo de lo esperado, y la hibridación entre neandertales y sapiens es una de sus claves. Ahora, un equipo de científicos constata que éstos se cruzaron hace más de 100.000 años.

Se trata de una fecha anterior a lo establecido hasta ahora que pone de manifiesto que hubo al menos dos cruces distintos entre ambas especies: el que ya se conocía, hace unos 60.000 o 65.000 años, y otro que se dio hace entre unos 100.000 o 120.000 años, confirma Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva (centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra).

Este antiguo intercambio genético podría haber tenido lugar en Oriente Medio, según un estudio de Nature. A través del uso de distintas técnicas de análisis de ADN (los fragmentos genómicos son más cortos cuanto más lejos ha sido el cruce), los científicos identifican por tanto una hibridación entre neandertales y humanos modernos decenas de miles de años (unos 50.000) antes de lo documentado previamente, lo que sugiere, tal y como se ha publicado en estudios recientes, que humanos modernos salieron de África más temprano y se mezclaron con neandertales.

Estos seres humanos modernos se extinguieron, por lo que su genética no está en los antepasados del hombre moderno actual.

El trabajo está dirigido por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania) y participan varios centros españoles, que describen en este artículo el hallazgo por primera vez de secuencias genéticas de sapiens en cromosomas de neandertales. Para llegar a estas conclusiones, se estudiaron y compararon los genomas completos de un neandertal y un homínido de Denísova (denisovano) de Siberia, y la secuencia del cromosoma 21 de un neandertal de la cueva asturiana de El Sidrón y de otro de Vindija (Croacia), según una nota del CSIC.

Lo que los expertos ya sabían desde 2010, gracias al proyecto Genoma Neandertal, es que hace unos 60.000 años, la población humana antepasada de los europeos y los asiáticos actuales, tras su migración fuera de África, se cruzó con los neandertales.

Como resultado de ese flujo génico, los humanos modernos no africanos son portadores de un 2 % de secuencias genéticas neandertales, pero no así las poblaciones subsaharianas que nunca estuvieron en contacto con neandertales y que no son portadores de estos genes arcaicos.

En este nuevo estudio, se han encontrado evidencias de la contribución de un humano moderno en el genoma de un neandertal, señala en una nota del Max Planck Sergi Castellano, otro de los autores.

Las pruebas de este flujo de genes se encontraron en un individuo neandertal cuyos restos se hallaron en una cueva en las montañas Altai en el sur de Siberia, cerca de la frontera entre Rusia y Mongolia. No encontraron evidencias genéticas de humano moderno ni en los neandertales de El Sidrón y Vindija ni en el denisovano.

Esto no quiere decir que los humanos modernos no se hayan cruzado con denisovanos o neandertales europeos, sino que la señal genética observada en el neandertal de Altái probablemente viene de un cruce ocurrido después de que este linaje neandertal divergiera de sus "primos europeos", hace poco más de 100.000 años, detalla Adam Siepel, del Simons Center for Quantitative Biology (EE UU).

Para Antonio Rosas, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, estos hallazgos tienen una implicación en el modelo evolutivo. "Sabíamos desde hacía décadas que hubo una salida temprana de sapiens fuera de África, por los restos encontrados en los yacimientos israelíes de Skhul y Qafzeh, pero al no tener datos paleontológicos esta salida fue considerada por muchos como una migración fallida, al no haber ido más allá de Oriente Próximo".

Los datos de este estudio coinciden con las nuevas evidencias arqueológicas: recientemente, por ejemplo, se publicó en otro estudio la presencia de Homo sapiens en China hace cerca de 100.000 años, recuerda Lalueza, quien apunta que esta y otras evidencias bien podrían corresponder a estos sapiens que dejaron sus genes en el ramal de los neandertales que migró hacia el este. Para este científico, si se dispusiera de más genomas antiguos se encontrarían más cruces entre especies porque, tal y como demuestra este trabajo, "la evolución humana es más compleja de lo que pensábamos, más parecida a una red con muchas ramificaciones".
Neandertales y sapiens se cruzaron hace 100.000 años

Pitas, mucho más que una especie invasora

Pitas, mucho más que una especie invasora



Una plataforma ciudadana y colectivos conservacionistas apuestan por acciones puntuales y localizadas de tala, si bien rechazan su erradicación
IVÁN GÓMEZ | ACTUALIZADO 17.02.2016

Las posturas se están acercando y el debate sobre la eliminación de las pitas en el litoral provincial que va desde El Toyo hasta Cabo de Gata parece alejarse de una agria polémica a la que parecía condenado ante un símbolo con más partidarios que detractores. Partiendo de que el ser humano es la especie más invasora y de la escala de grises existente entre el blanco y el negro, la controversia sobre las acciones del proyecto europeo Life Conhabit llegaría a su fin si la Consejería de Medio Ambiente de la Junta acepta la demanda conjunta de colectivos ciudadanos y conservacionistas de llevar a cabo una supresión de pitas (ágaves) muy localizada y puntual. No deja de ser lo que la administración ya había argumentado meses atrás a la plataforma que ha presentado el Manifiesto para la Conservación de las Pitas, el Manifiesto Pitaco, al detallar los técnicos almerienses que sólo se suprimirían las pitas plantadas en 26 hectáreas de las 1.280 que ocupan desde su introducción a finales de la década de los cincuenta con la fallida intención de poner en valor estas tierras improductivas del enclave natural. El proyecto con el que la Junta quiere garantizar la conservación de los artales, que por su rareza y singularidad son considerados hábitat de interés prioritario por la normativa comunitaria, estatal y autonómica, sólo supondría acabar con un 2,03% de las pitas en una franja de la costa en la que esta especie invasora impide la proliferación de arbustos autóctonos que históricamente han poblado la zona por la densidad de pies que ha originado una barrera impenetrable que impide la regeneración de especies de flora protegida y la libre circulación de la fauna, como la amenazada comunidad de aves esteparias. Los planes de la Consejería de Medio Ambiente no terminan de convencer a la plataforma Salvemos las Pitas de Almería en su defensa de lo que entienden que es un símbolo de la provincia y un referente cultural y etnográfico. Han recogido ya cerca de 1.400 firmas en su reivindicación de reorientar las actuaciones previstas en el Life Conhabit hacia talas puntuales, muy localizadas y de pequeña envergadura en zonas en las que se encuentran los artos en lugar de la erradicación generalizada de las pitas. "Por encima de las valoraciones ambientales, debe ser respetada la singularidad e importancia de los ágaves, que son mucho más que una especie exótica e invasora al formar parte de la identidad almeriense y de su historia", han trasladado en su manifiesto a la Delegación Territorial de Medio Ambiente con el que piden la paralización de los trabajos en defensa de los campos de pitas del parque natural. Y lo hacen, además, recurriendo a un decreto regional en el que se recoge el carácter excepcional de compatibilizar valores botánicos de monumentos naturales con la conservación de unas especies exóticas que, con el transcurso de los años, han pasado a formar parte de su propia identidad. El vuelo americano, de finales de los cincuenta, es otro recurso con el que discuten el carácter invasor de los ágaves en el paraje de El Toyo.

LaSociedad para el Estudio de la Recuperación de la Biodiversidad Almeriense(Serbal) tampoco son partidarios de erradicar las pitas en su totalidad, pero sí del desarrollo por la Junta del proyecto Life, con la financiación europea, para restaurar el hábitat original, el arto o azufaifo (Ziziphus lotus), una verdadera joya botánica y un endemismo ibero-norteafricano que sólo puede encontrarse en el sureste español. De hecho, entre las pitas que quieren salvar los ecologistas de Serbal aparece el ágave americana, con cientos de años en la provincia, porque tiene un carácter invasor muy escaso que contrasta con su alto valor paisajístico. Es la pita que se ha venido utilizando históricamente para la delimitación de fincas y senderos y nada tiene que ver con otras dos especies, el sisal y el henequén -plantaciones fallidas por el abandono de los cultivos con el descubrimiento de las fibras sintéticas- al ser mucho más invasoras y nocivas para el ecosistema porque pueden alterar el ciclo de carbono y del agua, así como dificultar la presencia de fauna local.

Una argumentación similar a la que han puesto sobre la mesa una veintena de investigadores del Centro Andaluz para la Evaluación y Seguimiento del Cambio Global encabezados por el doctor Hermelindo Castro. En un documento se inclinan por la eliminación controlada y puntual de pitas y sisales en base a los beneficios que podría suponer esta actuación para la preservación del ecosistema nativo, cuyos valores de biodiversidad son ampliamente reconocidos por la comunidad científica y figuras de conservación internacionales. En este sentido, los investigadores andaluces han destacado el peligro para las aves de las pitas y recuerdan que los cultivos de sisal y henequén, del Yucatán, son comparables en cuanto al carácter invasor al mejillón cebra, el picudo rojo o el mosquito tigre.

Desde el Grupo Ecologista Mediterráneo (GEM) también creen necesario afrontar el problema de las pitas en los enclaves naturales por la fuerte competencia que ejercen sobre las poblaciones locales de flora y fauna, a las que llegan a poner en peligro. Desde el GEM solicitan a la administración andaluza que se estudien los casos y las zonas y un plan por el que sustituyan las pitas por los artos y azufaifos y matorral mediterráneo autóctono, así como por analizar los resultados para la flora y fauna antes de realizar grandes talas. Los conservacionistas han pedido a la Junta que se usen las técnicas menos agresivas y así debería ser porque vienen realizando desde 2014 ensayos para la eliminación a escala piloto de estas plantas que en Almería son mucho más que una especie invasora.
Pitas, mucho más que una especie invasora

domingo, 7 de febrero de 2016

El 'hospital' para animales de Los Vélez recupera 1.905 ejemplares

El 'hospital' para animales de Los Vélez recupera 1.905 ejemplares



En el CREA "Las Almohallas" ingresaron el año pasado 3.460 ingresos de diversas especies 
La tortuga mora ha sido la gran protagonista del centro durante 2015
MIGUEL MARTÍN | ACTUALIZADO 07.02.2016

El Centro de Recuperación de Especies Amenazadas (CREA) de "Las Almohallas" de la Junta de Andalucía recuperó durante 2015 un total de 1.905 animales amenazados. Durante el año pasado, se han producido 3.460 ingresos de animales vivos de distintas especies de anfibios, reptiles, mamíferos y aves, de los que 192 son aves, dentro de las que destacan por su número los cernícalos vulgares con 38 ingresos y un águila perdicera por su estatus de protección; dentro de los mamíferos sobresalen los erizos comunes con 9 individuos ingresados, según los datos facilitados por la Delegación del Gobierno de la Junta a Diario de Almería.

De los 3.462 ingresos de animales vivos de distintas especies, el balance final ha resultado positivo con 1.905 recuperaciones y 1.244 animales que se encuentran en recuperación ó han sido trasladados a otros centros de otras provincias. En todos los casos, su recuperación es fundamental dado lo reducido de sus poblaciones, motivo este por el que están protegidos por la Ley 8/2003 de Flora y Fauna Silvestre de Andalucía y la Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad.

Los ingresos más significativos del CREA de Almería, durante el año pasado, se correspondieron con el grupo de los reptiles, y dentro de ellos destaca la tortuga mora, especie protegida por la legislación nacional y autonómica. Si hablamos de las especies que ingresan en el centro tenemos que hablar de forma obligada de las causas de ingreso de animales en el Centro. Como anteriormente se ha comentado, la tortuga mora supone el mayor número de ejemplares que ingresan en el centro, motivado por la cesión de ejemplares procedentes de cautividad, de los que un número importante de ejemplares son nacidos en cautividad.

La segunda causa de ingreso afecta a ejemplares juveniles y está motivada por su caída del nido prematura ó por su falta de experiencia. Con una menor importancia aparecen ejemplares con síntomas de debilidad y desnutrición motivada, en el caso de las aves, al enorme esfuerzo que han de realizar para desplazarse en la migración a sus lugares de invernada ó reproducción. Otras causas de ingreso son: Enfermedad, atropello, disparo, etc.

El CREA de Almería, no podría funcionar, sin la desinteresada colaboración de la ciudadanía, en ese sentido el mayor número de ejemplares que ingresan en el centro se corresponde, año tras año, con ejemplares que han recogido los ciudadanos y que posteriormente traslada el cuerpo de Agentes de Medio Ambiente de la Delegación hasta el centro en Vélez Blanco.

La Junta señala que el año pasado la tortuga mora constituyó un caso especial, de forma que a lo largo de 2015 la Delegación Territorial ascendió a 3.203 individuos. Tras constatarse el buen estado sanitario por parte del equipo veterinario del Centro de Recuperación de Especies Amenazadas "Las Almohallas", una parte de las tortugas autóctonas, concretamente 1.767 ejemplares, fueron utilizados para repoblar distintas zonas de Sierra Cabrera, en las que se había producido la extinción local de la especie como consecuencia de los incendios acontecidos hace unos años.

El resto de las tortugas, a excepción de 122 que tuvieron que ser sacrificadas debido a su mal estado de salud y al riesgo que presentaban de transmitir enfermedades, fueron trasladadas al mencionado centro de recuperación. Posteriormente, y con el fin de evitar una saturación del Centro de Recuperación Almeriense y dotar a los ejemplares de tortuga de unos lugares más adecuados y amplios para su estancia, a lo largo del pasado otoño se procedió a trasladar unos 400 ejemplares adultos a otras instalaciones que la Consejería posee en las provincias de Granada y Huelva.

Tanto en el CREA, como en el resto de instalaciones a las que han sido trasladados las tortugas, machos y hembras, así como las autóctonas y de procedencia dudosa, se mantienen separados para impedir que se reproduzcan, y evitar de este modo que el stock de tortugas siga creciendo. En cuanto a la posible devolución a Marruecos de los ejemplares de tortuga mora procedentes de ese país, se contactó con el Ministerio de Medio Ambiente que consultó a diferentes investigadores que desaconsejaron la devolución de estos ejemplares por precaución sanitaria y genética.

Desde la Delegación de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio se insiste en que el comercio y la posesión de especies protegidas se encuentra prohibido por la legislación ambiental y que para su conservación se considera vital la colaboración ciudadana e institucional, sin la cual difícilmente se podrían desarrollar acciones de este tipo.

La Tortuga Mora (Testudo graeca, Linnaeus, 1758), está protegida por la Legislación Española desde 1973, se encuentra catalogada actualmente en Andalucía en peligro de extinción por la Ley 8/2003 de 28 de octubre, de la flora y faunas silvestres, y el Decreto 23/2012, de 14 de febrero, por el que se regula la conservación y el uso sostenible de la flora y la fauna silvestres y sus hábitats, y a nivel nacional como vulnerable por el Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero, para el desarrollo del listado de especies silvestres en régimen de protección especial, como consecuencia de su reducida área de distribución peninsular y las agresiones que ha sufrido en las últimas décadas.

La modificación del Código Penal, a través de la Ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo, recoge que la tenencia de especies protegidas, como es el caso de la Tortuga Mora, puede ser constitutiva de delito con pena de cárcel (articulo 179, de la Ley 1/2015).

La publicación de dicha noticia en diferentes medios de comunicación, dio lugar a que un importante número de personas que tenían ejemplares en sus hogares de dicha especie, los entregasen a la Delegación Territorial.

Para ello, la Delegación puso en marcha un dispositivo para la recogida de los ejemplares de tortuga que los ciudadanos iban cediendo. En dicho dispositivo han participado los Agentes de Medio Ambiente, el personal del Centro de Recuperación de Especies Amenazadas (CREA) de las Almohallas en Vélez Blanco y el equipo veterinario, de tal forma que todos los ejemplares de tortuga recogidos han sido inspeccionados para constatar que no eran portadores de enfermedades, y una vez constatado su buen estado sanitario por el equipo veterinario y en aquellos casos en los que se tuvo plena constancia de que los ejemplares ó sus progenitores procedían del área de distribución que ocupa la especie en la provincia, se procedió a su liberación hasta finales de agosto. El resto de ejemplares, incluyendo la totalidad de los recogidos a partir de septiembre, se trasladaron al Centro de Recuperación de las Almohallas.

Por último, desde esta Delegación se indica el hecho de que el comercio y la posesión de especies protegidas se encuentra prohibido por la legislación ambiental y que para su conservación se considera vital la colaboración ciudadana e institucional, sin la cual difícilmente se podrían desarrollar acciones de este tipo. El funcionamiento de un CREA, es similar al de un hospital.

Cada individuo que ingresa herido o con cualquier otra patología, genera un historial clínico en el cual se plasma su evolución, los exámenes efectuados, descripción de sus lesiones, y su posterior evolución hasta su recuperación y liberación o baja. Algunos de estos individuos, durante el tratamiento y debido a sus lesiones no se pueden recuperar, por lo tanto no se pueden liberar de nuevo en su medio natural, por lo que quedan en el Centro como individuos irrecuperables, o a la espera de integrarse en programas de cría en cautividad, centros de educación ambiental o parques zoológicos.
El 'hospital' para animales de Los Vélez recupera 1.905 ejemplares