domingo, 18 de diciembre de 2022

Las Negras, antes de ser un paraíso turístico

Las Negras, antes de ser un paraíso turístico
Minería, esparto, pesca y agricultura suponían el sustento de sus habitantes, hasta que hace 60 años aparecieron los primeros extranjeros


La pesca sigue siendo uno de los principales activos de la barriada nijareña / D.A.

JOSÉ MANUEL BRETONES
Almería, 18 Diciembre, 2022 

La barriada costera y nijareña de Las Negras es un paraíso para los turistas que buscan naturaleza, paz y una gastronomía de calidad. Pero muchísimo antes de que madrileños, alemanes e ingleses pulularan en sandalias de goma por sus calles, Las Negras existía. Sus vecinos se dedicaban a la minería, a la recolección y embarque de esparto, a la pesca y a la agricultura.

En 1867 ya se efectuaron transacciones de titularidad minera cuyos documentos hablaban del paraje de Las Negras. Así lo publicó “El Eco de Berja”, en febrero de ese año, al hacer referencia a la explotación “Milagro”, propiedad de Francisco Alías Segura. Ya era famoso, por su calidad, el manganeso de la perforación “Mascotta”, según un informe publicado en la revista de Cuevas del Almanzora “El Minero de Almagrera”, fundada por Antonio Bernabé y Lentisco.

La gran actividad extractiva de metales en el levante se traducía en constantes operaciones de autorizaciones por parte del Cuerpo Nacional de Ingenieros de Minas. En 1882, el empresario de Ciudad Real Manuel Sánchez Arias escrituró a su nombre la explotación “Josefa y San Manuel” en el paraje llamado “Colladillos”, donde dos años después adquirió la mina “La Gran Bretaña”. Del mismo modo, existían numerosas extracciones de hierro, como la llamada “Somos tres” del médico nijareño Ramón Fernández Viruega (¿-1913), la mina “El Desengaño” del galeno Antonio Fernández Palacios (1850-1922) y “La Tercera”, que gestionaba la “Sociedad Sierra Nevada Almería Mines”.

También se extraía cobre, como en 1917 en la mina “Mi Esperanza”, propiedad de Antonio Delgado Muñoz (1858-1932) y en “La Razón”, de Manuel Blosi y Camps. Estas excavaciones atraían hasta Las Negras a numerosos picadores, barreneros y transportistas, lo que motivó que en agosto de 1918 el Ayuntamiento solicitara a la Diputación un camino decente que conectara Las Negras con Fernán Pérez y ya, desde ahí, se pudiera enlazar con la villa. Pero como todo lo relacionado con infraestructuras, el proyecto se demoró años, lustros, décadas... En 1926 aún no estaba redactado el informe técnico; se firmó en 1929, se presupuestó y adjudicó al constructor Manuel Asensio García en 1930. Pero hubo que esperar a 1932 para que el ente abonara los honorarios de 28.714´08 pesetas. El ritmo de las obras también fue “a lo almeriense”: dos años de duración a razón de un kilómetro construido cada mes… Y, claro, el camino vecinal no quedó operativo hasta 1934. Hoy, esa vía es la carretera AL-3106.

Con la obra en marcha surgieron nuevas necesidades de comunicación y en 1931 los vecinos exigieron un enlace entre San José, Los Albaricoques y Rodalquilar que partiera de la barriada de “Los Peñones”. El primer transporte público que cubrió la comarca fue el autocar de Bernardo Hernández Felices (1907-1986), fundador en 1930 de la actual saga familiar de transporte de viajeros por carretera.  

En el XIX, el lugar también era agrícola, como demuestra la subasta de la finca que efectuó Juan Manuel Naveros en septiembre de 1871 en la calle Mariana, 1 de la capital. Por 8.500 pesetas, se desprendió de “tierras de riego y secano, casa cortijo, noria, agua de fuente, dos balsas, torre de molino con sus palos y aspas, era empedrada, árboles frutales y pencas chumbas”.



Calle Buendía de Las Negras; dedicada al prolongado esfuerzo de esa familia en beneficio de la barriada / D.A.

El esparto salía por barco

El mar era otra fuente de recursos para Las Negras a finales del XIX. Además de las numerosas y minúsculas barquillas de pesca de cerco de los lugareños, de forma regular la goleta “Juanito 2º”, las balandras “Sagrario”, “San Miguel” e “Isabel I” y el pailebot “Manzanares” enlazaban el puerto de la capital con la barriada nijareña para cargar esparto. Y no en cantidades pequeñas. Hasta los destartalados almacenes, levantados cerca de la orilla, arribaban mulos y bestias con el material recolectado a mano en aquellos campos dejados de la mano de Dios. En noviembre de 1888 el laúd “América” transportó desde Las Negras hasta Almería 20.000 kilos de esparto. Se desembarcaron en los muelles capitalinos con destino a la fábrica de limpieza y prensado que Guillermo Hall y Leach había instalado en el hoy barrio de Los Ángeles. Luego, el producto se exportaba a Inglaterra en los grandes vapores “Tyne Queen” y “Warrior”. También navíos de mayor capacidad fondeaban en la bahía de Las Negras gracias a sus excelentes características naturales; unas barcazas de los lugareños le aproximaban el esparto hasta sus bodegas. Con la llegada del siglo XX la actividad comercial del esparto mermó y el embarque se redujo considerablemente.

Por barco también llegaban productos de contrabando. Los bergantines se aproximaban a la costa entre Las Negras y Los Escullos y desembarcaban lienzos, sederías, mantones de Manila, tabaco y alcohol para introducirlo en España. Así lo mencionaba claramente Carmen de Burgos “La Colombine” en su novela “Los Inadaptados”, publicada en 1918.

LA ESCUELA SE CONCEDIÓ EN 1934, CUANDO EN LAS NEGRAS RESIDÍAN 272 HABITANTES

La escuela se creó en 1934

Las necesidades de la población que, en el primer tercio de siglo XX, se iba asentando en Las Negras eran de todo tipo: ausencia del suministro de agua, evacuación de alcantarillados, energía eléctrica, asistencia sanitaria, educación infantil… En 1934 estaban censados 272 habitantes, muchos de ellos niños de familias numerosas. Así, el 10 de diciembre de ese año se hizo pública, por parte del Estado, una gran noticia: la creación para el siguiente curso académico de catorce escuelas en anejos, cortijadas y barrios de la provincia. Una de ellas, mixta y atendida por un maestro, iría desde 1935 en Las Negras. Para ello, se adjudicó la plaza al joven profesor Miguel Aquilino Teruel (luego enviado a La Hoya, Huércal Overa) y para el curso siguiente a Robustiano Ruiz Fernández, hijo del secretario municipal de Santa Fe de Mondújar.


Ricardo Buendía Segura, primer impulsor del submarinismo en Las Negras / D.A.

En 1942, La Negras tenía 400 habitantes que residían en casas de piedra y barro. De ellos, 75 se dedicaban a la pesca en cinco pequeñas barcas y según datos del “Plan Nacional de Mejoramiento de la Vivienda en Poblados de Pescadores” capturaban al año 18.250 kilos de pescado, sobre todo sardinas. La emigración y la escasez de recursos industriales obligaron a quienes se quedaron a dedicarse también a la agricultura de subsistencia –patata, tomate y pimiento-.

A principio de los sesenta aparecieron los primeros extranjeros; comprendieron que aquel paraje paradisíaco era un lugar idóneo para descansar y bucear siguiendo los sabios consejos marítimos de Ricardo Buendía Segura (1912-1977). Este emprendedor también regentaba con su mujer, María García Segura (1913-2002), el estanco y alquilaba habitaciones a pensión completa a los submarinistas. Uno de los primeros europeos en asentarse allí fue Jean Henry, que compró una finca en el margen derecho de la Rambla de Las Agüillas. En 1971 era un propietario más. Y con él, otros como él y el esfuerzo de su población nativa, Las Negras comenzó a convertirse en el destino turístico de primer orden que hoy es.
Las Negras, antes de ser un paraíso turístico

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