LA TRIBUNA
Juan Antonio Román Castillo
MANUEL PEÑALVER | ACTUALIZADO 24.10.2013
NOMBRE y apellidos del insigne futbolista almeriense. Paseó el nombre de la ciudad por los campos de la primera división española de la época. Brilló con luz propia en el Granada, Sevilla y Valladolid. También, en el Cádiz, Salamanca y Cartagena. Se formó en el local Hispania. Extremo a la antigua usanza. Como Francisco Gento, la galerna del Cantábrico, en el Real Madrid. Como Enrique Collar, en el Atlético de Madrid. Como Carlos Lapetra, en el Real Zaragoza. Como Chechu Rojo, en el Atlético de Bilbao. Pegado a la banda. Rápido como una centella. Incisivo. Luchador. Infatigable. Estilista del balón. Regate en corto. El centro al ariete, desde la raya de córner. Y el disparo a puerta. Goleador. La ética en el campo.
Y fuera del mismo. Con una técnica de muchos quilates y una visión inteligente y práctica. De la misma manera en el rectángulo que en la vida. Conversador. Inteligente. Agudo y con un literario y culto sentido del humor. Y, sobre todo, una gran persona. Padre de cuatro hijos. Tres varones. Y una mujer. Tan cabales como él. Con sus mismos sentimientos. Con su misma bondad. Almería le debe un reconocimiento. Un homenaje. El nombre de una calle. Porque su orgullo siempre ha sido -y será- ser almeriense. Haber nacido en esta hospitalaria tierra. Tras su paso por el local Hispania y el filial del Cádiz, juega la temporada 1964-1965 en el Granada. Tenía veintiún años. Actúa en veintidós partidos. Destaca y la secretaría técnica del Sevilla Fútbol Club se fija en él.
Es traspasado al equipo hispalense, donde estará dos temporadas. La de 1965-1966. Y la de 1966-1967. En la primera, participa en dieciséis partidos. Y la segunda, en veinte. Le marcó goles decisivos al Betis. El eterno rival. Al comienzo de la temporada 1967-1968 lo ficha el Valladolid, donde estará tres años. Triunfó plenamente en el equipo castellano. Y fue, durante este tiempo, uno de los ídolos de la afición. Por su entrega y calidad en el terreno de juego.
Y por sus dotes humanas en la calle. El tiempo pasa. Pero Juan Antonio se muestra como siempre. Comunicativo. Afable. Honrado. Honesto. Y leal. A sí mismo. Y a todo el mundo. Hombre machadiano. En el Sevilla, fueron sus compañeros jugadores de la talla de los porteros Mut, Rodri y Molina, los defensas Eloy, Costas y Rebellón, centrocampistas como Achúcarro, Bancalero, Felo y Pipi Suárez. Y delanteros como Velasco, Cabral o José Carlos Diéguez. Admirador de César, Zarra, Gaínza, Puskas, Kubala, Di Stéfano. De las leyendas universales del fúbol nacional y mundial. Ahora, Juan Antonio Román sigue escribiendo páginas dilectas del deporte rey. Como seguidor de jóvenes valores. Como entendido. Como experto. Como hombre enamorado de una profesión que le dio muchas satisfacciones y venturas. Hablar con él es cultivar la cordura, la ecuanimidad, la amistad, la gratitud, la honestidad. Los valores humanos, en suma. La vida es un balón que rueda sin parar.
Y el almeriense sabe darle a ese esférico el toque de la distinción y de la exactitud. De la mesura y del equilibrio. Del comedimiento y de la circunspección. Román es una antología de la existencia en sus cuatro puntos cardinales. Una enciclopedia de la anécdota. Del saber estar y de la caballerosidad. Debe escribir un libro. Sea un ensayo o una novela. Con el objetivo de contar o narrar lo mucho que sabe. Sus amigos se lo agradeceremos. Y, por supuesto, la sociedad. Comenzando por la sociedad almeriense y andaluza. Estoy convencido de que, tarde o temprano, lo hará. Con la caligrafía de quien sabe que redactar lo que ha vivido es un bien supremo que no se puede dilapidar, ni derrochar. Ni malbaratar, ni despilfarrar. Nos dará una hermosa lección para que sepamos administrar nuestra propia biografía del modo más inteligente.
Nos dirá como Abraham Lincoln: «Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años». Nos argumentará como Francisco de Quevedo: «Hay libros cortos que, para entenderlos como se merecen, se necesita una vida muy larga». Y nos razonará como Mario Vargas Llosa: «Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida». Juan Antonio Román Castillo. Un almeriense en la historia del fútbol español. En sus mejores páginas.
Juan Antonio Román Castillo: Juan Antonio Román Castillo
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