martes, 17 de octubre de 2017

Engaño en las etiquetas de ingredientes de alimentos

Engaño en las etiquetas de ingredientes de alimentos


Muy interesante entrevista Juan José Samper, doctor en Inteligencia Artificial, ha investigado las etiquetas alimentarias.
Nos aconseja lo siguiente:

“Es vital aprender a descifrar las etiquetas de los alimentos”


Las etiquetas de los alimentos son indescifrables.
No sabemos realmente lo que llevan los alimentos y sólo podremos averiguarlo si aprendemos a descifrarlas. No deberíamos confiar en lo que dice la publicidad.
Su objetivo no es velar por nuestra salud.
Algo que se toma por “zumo” puede ser básicamente agua y azúcar; lo que se considera “queso”: grasa de palma con colorantes; una “sopa” deshidratada: sal y potenciadores del sabor. Así podría seguir con miles de productos. Además, suelen estar cargados de aditivos.
¿Está hablando de marcas sin pedigrí?
Estoy hablando también de marcas conocidas. Muchos alimentos aparentan cualidades que no tienen, por ejemplo: casi la totalidad de yogures con fruta sólo llevan aromas y colorantes.
Difícil saber lo que es E-102 Tartracina.
Cierto, pero hay que hacer un esfuerzo. También se utilizan sinónimos que despistan claramente; por ejemplo, el azúcar puede aparecer como “almidón”, “dextrina”, “fructosa”, “galactosa”, “jarabe de arroz”, “lactosa”, “maltodextrina”, “maltosa”, y un largo etcétera.
Ya.
Y la parte de los aditivos puede sonarnos a chino. Sólo leer nombres como butilhidroxianisol nos puede dejar la piel de gallina, y cuando encontramos números E como el E-621, nos empezamos a preguntar qué diantres hacemos leyendo eso.
Pero son sustancias legales.
¿Se le ha ocurrido pensar qué se mete en el cuerpo cuando desayuna un café con leche o leche chocolateada con una pieza de bollería, incluso un croissant artesano?
Amárgueme el desayuno.
Un preparado de cacao es básicamente azúcar, muchas veces más del 75%, y la pieza de bollería contiene de forma habitual una gran cantidad de grasa de palma hidrogenada y azúcar, además de diversos aditivos como emulgentes, antioxidantes, conservantes, colorantes, emulsionantes, edulcorantes y aromas.
¿Mejor una tostada con margarina?
Casi todas las margarinas son grasa vegetal hidrogenada con colorantes, aromas y aditivos, mejor el aceite de oliva. Y la rebanada de pan de molde suele llevar mucho azúcar, aceites y aditivos; no es sólo harina, agua, levadura y sal.
Aditivo es una palabra misteriosa.
Son productos que se añaden a veces de forma indiscriminada a los alimentos, algunos innecesarios como los colorantes y los potenciadores del sabor (que pueden llegar a ser adictivos).
¿Y son perjudiciales para la salud?
Todos los aditivos pueden ser perjudiciales si se abusa de ellos. Y si contamos los que juntamos y mezclamos cada día en nuestra alimentación, podemos tener cifras alarmantes. Y todos sabemos que aditivos autorizados durante muchos años luego se acabaron prohibiendo.
¿Qué mal nos hacen?
Algunos colorantes se han relacionado con hiperactividad en niños y podrían empeorar el asma y las alergias. Incluso se les atribuyen posibles efectos cancerígenos o daños hepáticos. Ciertos conservantes podrían provocar problemas en el sistema digestivo (alterando la flora intestinal), en el sistema respiratorio, dolor de cabeza, irritabilidad, vómitos...
¡…!
Mezclados con otros aditivos podrían producir desórdenes neurológicos y efectos carcinógenos. Sobre los edulcorantes existen estudios contradictorios, se sospecha que algunos podrían provocar tumores, alteraciones genéticas, depresión, empeorar la diabetes, aumento de peso, alteraciones del sistema inmunitario... y muchas reacciones severas como confusión, pérdida de memoria y cefaleas.
¿Y los potenciadores del sabor?
Se los relaciona con problemas de hiperactividad e irritaciones cutáneas. Entre estos, los glutamatos podrían provocar dolor de cabeza y hormigueo, y también se los relaciona con la aparición de pensamientos suicidas, problemas de visión, incremento del apetito...
¿Son necesarios?
En muchos casos es posible encontrar un producto similar mucho más sencillo. Un jamón cocido de buena marca suele llevar un porcentaje de carne inferior al 75%; el resto es agua, sal, azúcares, conservadores, estabilizantes, gelificantes, aromas y potenciadores del sabor.
¿La alternativa?
Podemos encontrar otros con un porcentaje mayor de carne y con un solo aditivo que además resulta que es vitamina C. Está claro que se puede hacer. Por eso es imprescindible leer las etiquetas, comparar y elegir lo mejor. Hay que evitar las grasas hidrogenadas y los azúcares, pero sin cambiarlos por edulcorantes; y los productos muy procesados.
Comida viva.
Sí, hay que comprar cosas reales, que el zumo sea zumo, que las lonchas de queso no sean grasas coloreadas, que la carne no sea un porcentaje que incluya féculas, almidones, azúcar, leche, colorantes y potenciadores del sabor.
Entiendo.
Y mucho cuidado con la bollería, los postres y los snacks salados. Si leemos “caramelo” en la etiqueta de un refresco, se trata de un colorante que puede estar elaborado con amonios y sulfitos, considerados cancerígenos. Una sola lata de cola podría contener hasta un 800% de la cantidad máxima recomendada por día de estos subproductos.
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