La ‘marcha’ del sábado y la carretera
El mítico edificio del Club Simone, en la Urbanización de Roquetas de Mar.
EDUARDO DE VICENTE
07:00 • 30 SEPT. 2019
Había que engancharse al negocio del turismo como fuera. Eran los años del despegue definitivo de la clase media cuando las familias empezaban a permitirse el lujo de irse de vacaciones en verano, cuando los extranjeros nos invadían buscando el sol y la nueva vida.
Había que engancharse al turismo como fuera, pero en Almería estábamos varios escalones por debajo de otras provincias del litoral porque no teníamos ni infraestructuras hoteleras y porque seguíamos aislados sin aeropuerto y sin una carretera decente.
Como la capital no terminaba de arrancar para subirse al tren de los nuevos tiempos lo hicieron los pueblos costeros. Uno de ellos fue Roquetas de Mar, que empezó a dejar de ser un poblado pesquero para abrazarse al turismo poniendo en marcha una gran urbanización frente al mar. No tardaron en llegar los bloques de apartamentos y el primer hotel moderno de verdad, el ‘Meliá’ de Aguadulce.
Roquetas apostaba fuerte y su apuesta fue refrendada institucionalmente cuando en enero de 1967 el Consejo de Ministros declaró la localidad como centro de interés turístico nacional. A partir de entonces comenzamos a ver en los periódicos y en las revistas un anuncio que formó parte de nuestras vidas durante unos años. Casi todos los que vivimos aquel tiempo recordamos la imagen de aquel turista vestido con traje de baño antiguo y sombrero de paja que jugaba con una pelota de plástico en la playa con una frase debajo que decía. “Loco por bañarse en Almería”. Fue la publicidad que utilizó la inmobiliaria Roquetas de Mar para empezar a vender parcelas y apartamentos en el litoral.
La aparición de la Urbanización de Roquetas, unida a la eclosión de Aguadulce como zona preferente de veraneo, trajo de la mano que el sector del ocio se asentara en el poniente y que el fenómeno de las discotecas que hasta entonces se podían contar con los dedos de la mano y estaban asentadas en la capital, experimentara un nuevo impulso instalándose al otro lado de la carretera del Cañarete. Samanta’s, Baroque, Satélites Park, Apocalipsis, Disco Club 13 y el Club Simone, fueron algunos de los negocios de baile que tanta fama le dieron a Aguadulce y Roquetas. Cuando llegaba la noche del sábado, cientos de jóvenes atravesaban la temida carretera de las curvas y las piedras en coches buscando la modernidad de las discotecas del poniente. Aquel éxodo marchoso acentuó el peligro de la carretera y aceleró las gestiones para que se pusieran en marcha las obras de ampliación y acondicionamiento.
A comienzos de los años setenta, el Club Simone puso en escena una novedosa iniciativa para conquistar la marcha del fin de semana. Con el eslogan “Diviértase el sábado y descanse el domingo” lanzó una oferta para que los trasnochadores de la ciudad visitaran Roquetas. Ofrecía baile, una habitación de apartamento para quedarse a dormir, servicio de restaurante, el desayuno del domingo y el derecho a disfrutar de la piscina. Era una oferta tentadora para aquellos que se mostraban reticentes a desplazarse ya que les permitía no tener que coger la carretera de noche. En aquellos años las leyes no eran tan estrictas como ahora con el alcohol y era habitual que los jóvenes, después de estar bailando y bebiendo, se atrevieran a conducir sus coches y tomar el camino de regreso.
Recuerdo que los muchachos de mi barrio solían comentar que las discotecas del poniente eran distintas a las de la capital, que estaban mejor preparadas de elementos técnicos y que contaban con un ambiente distinto, el que le daban los turistas extranjeros de la zona. Tenían un glamour que no tenían las de Almería, lo que convertía en un acontecimiento ir a bailar un sábado a una discoteca de Aguadulce o de Roquetas de Mar. De aquellos grandes clubes que aparecieron ligados al turismo, uno de los más célebres fue sin duda Baroque.
Baroque nació junto a la ladera del cerro de Castell del Rey. Estaba cerca de Almería, pero lo suficientemente alejada para disfrutar del aislamiento que la hacía diferente. Su historia comenzó en 1969, en unos terrenos que eran propiedad del empresario alemán Fraz Sienowskie. Él dio el dinero para montar el negocio y puso al frente a su sobrino, Manfred Mertens.
Baroque fue la primera discoteca moderna que se montó en Almería, una revolución para la juventud de entonces que venía de los inocentes guateques caseros, con madres incluidas, que se organizaban en los barrios cuando las muchachas no podían pasar la frontera de las diez de la noche.
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