domingo, 7 de octubre de 2012

El ansiado trono carlista


Retrato de Carlos María Isidro en 1837 / Archivo

La sucesión de Fernando VII provocó una de las guerras más devastadoras de España hace 180 años
D. VALERA | MADRID

El 29 de septiembre de 1833 fallecía Fernando VII. Una semana después comenzaba la primera guerra carlista. Un conflicto dinástico que desangró al país entre los partidarios de la futura Isabel II, hija del monarca, y los seguidores de Carlos María Isidro, hermano del Rey.  La lucha se prolongó durante siete años, asoló gran parte del país y dejó 150.000 muertos.
'Dios, patria y Rey'. Este lema resume los ideales carlistas: católicos fervientes, absolutistas y monárquicos. Y es que más allá de una disputa familiar por el trono, el enfrentamiento midió dos formas de ver el mundo. Por un lado, los liberales isabelinoas y por otro los tradicionalistas y partidarios del Antiguo Régimen carlistas.  La excusa para que estallara el conflicto fue un problema legal: en España las mujeres tenían prohibido reinar desde la llegada de los Borbones en 1713. Fue Felipe V quien importó de su Francia natal la Ley Sálica, que impedía a las mujeres acceder al trono mientras hubiera un heredero varón en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos).
Sin embargo, tras el nacimiento de Isabel en 1830, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción para derogar la Ley Sálica y permitir reinar a su hija. Algo que su hermano no aceptó. En los últimos meses de vida, un Fernando VII enfermo y débil, soportó las presiones de ambos bandos y cambió en varias ocasiones la designación de su heredero.
Finalmente, el 6 de octubre de 1833, Carlos María Isidro fue nombrado Rey por el general Santos Ladrón de Cegama en la localidad riojana de Tricio. De esta forma comenzó una de las guerras civiles más devastadoras para el país que se prolongó durante siete años hasta que las tropas liberales comandadas por el general Baldomero Espartero derrotaron a los últimos partidarios carlistas liderados por el también general Ramón Cabrera en 1840.
Descendencia
Sin embargo, pese a la derrota y el exilio forzado a Francia del pretendiente carlista, las ansias de llegar al trono pasarían a sus descendientes. De esta forma su hijo, autonombrado Carlos VI, volvería a liderar una sublevación en 1845, aunque mucho menor y limitada geográficamente a zonas rurales de Cataluña, Navarra y el País Vasco.
El último gran intento del carlismo se produjo en 1872, cuando Carlos VII, aprovechando la debilidad del entonces Rey Amadeo I, y posteriormente de la Primera República, logró hacerse fuerte en sus tradicionales feudos del norte del país y también en zonas de Aragón y Valencia. El empuje inicial de los partidarios del  absolutismo terminó con la llegada de la restauración y la proclamación de Alfonso XII en 1875. Las tropas liberales se reorganizaron y pusieron fin a la tercera guerra carlista un año después.
Casi dos siglos después de la pugna dinástica, en las elecciones generales de 2008, entre las decenas de formaciones minoritarias sin representación se encontraba el partido carlista con 2.000 votos. Un apoyo marginal de un movimiento que durante dos tercios del siglo XIX supuso un verdadero tormento para la modernización del país.
El ansiado trono carlista. Ideal

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