Un estudio de CSIC y Universidad Complutense evidencia que la sobreexplotación de aguas subterráneas del Guadalentín, un proceso habitual en la provincia, agudizó el terremoto de Lorca
IVÁN GÓMEZ | 24.10.2012
Terremotos no tan naturales. La sobreexplotación del acuífero del Alto Guadalentín y el hundimiento asociado del terreno por las extracciones de agua influyeron en las características del terremoto de 5,1 grados de magnitud en la escala de Richter que arrasó Lorca el 11 de mayo de 2011, según revela un estudio conjunto de la Universidad Complutense de Madrid y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Los investigadores del informe, realizado dentro del Campus Moncloa de Excelencia Internacional, han publicado sus resultados esta semana en la revista Nature Geoscience y aseguran que el segmento de terreno que se movió durante el seísmo coincide con la cuenca del Alto Guadalentín, una zona de extracción de agua subterránea desde la segunda mitad del siglo XX. El 20 de julio de 2011 el geólogo del Instituto de Geociencias de Madrid, Miguel de las Doblas, también apuntó la misma tesis y consideró que existen indicios suficientes para sospechar que la sismicidad anómala de Lorca pudo ser inducida por la extracción masiva de agua subterránea de este acuífero. Pero los argumentos, en esta misma línea, son anteriores al temblor de la localidad murciana y, al menos en la provincia de Almería, se remontan muchos años atrás. El catedrático de Geodinámica de la Universidad de Almería, Antonio Pulido Bosh, recoge en su artículo Sobreexplotación de los acuíferos y desarrollo sostenible, publicado en la década de los noventa, que una de las consecuencias negativas indirectas está la inducción de los hundimientos y colapsos, basándose en las tesis de Lamoreaux P.E. (1991). "Hay abundantes ejemplos en el mundo que ilustran la generación de colapsos, especialmente en áreas kársticas. El agua actúa como elemento estabilizador al soportar parte de la carga; un descenso en el nivel piezométrico reduce la resistencia del subsuelo, aumentando el riesgo de colapso". A juicio del investigador, en otros casos, la explotación produce la movilización de conductos y huecos kársticos rellenos con arcilla de descalcificación y en equilibrio con el entorno. Los principales mecanismos que lo provocan son, según Pulido Bosh, los aumentos del gradiente, las fluctuaciones en el nivel del agua y recarga inducida, actividades constructivas, perforaciones y la diversificación y mejora del drenaje.
El catedrático de la UAL realiza en este informe recomendaciones para los acuíferos del Campo de Dalías, como la reducción urgente de extracciones por la mejora en las redes de distribución que anulen las pérdidas y en otros casos la redistribución de las captaciones dentro y la realización de cargas artificiales. Y es que la situación de los acuíferos de la provincia lleva años en un viaje sin retorno. Ya en el año 1988, según el Instituto Tecnológico Geominero de España, el Campo de Dalías aportaba 120 hectómetros cúbicos, siendo las salidas anuales (bombeos y descargas al mar) mucho mayores que las entradas (lluvias, ramblas o riegos en poblaciones del entorno). Desde entonces, se han sucedido las voces críticas, incluso se constituyó la Plataforma Acuíferos Vivos en marzo de 2005, para pedir un mejor aprovechamiento y la contención el crecimiento sin límite en el consumo de las aguas subterráneas. El científico Ángel González Asensio, de la Oficina de Proyectos de Almería, asegura a finales de los noventa que los niveles de los acuíferos están descendiendo progresivamente y se contaminan por entrada de agua de mar. Se produce un déficit cuantitativo cada año en el sistema que no se reparte uniformemente y recae más en los acuíferos inferiores por sus buenos rendimientos y excelente calidad del agua.
El último de los informes de seguimiento de la Demarcación Hidrográfica de las Cuencas Mediterráneas Andaluzas revela que los acuíferos del Campo de Dalías y comarca de Níjar sufren una sobreexplotación del 152 y 226%. El del Poniente recarga cada año en torno a 121,9 hectómetros cúbicos y pierde 146, mientras que el del Levante almeriense recibe 17,7 y bombea alrededor de 30 hectómetros anuales. Hay un déficit estructural y coyuntural en la gestión de los recursos hídricos almerienses que se debe corregir antes de que sea demasiado tarde.
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