Miguel Ortega con el burrito más joven de sus animales -menos de una semana-, sentado en su finca de Purchena.
Miguel relata pinceladas de una vida de empresario con vocación de ganadero y amante de los animales
REMEDIOS SERRANO | PURCHENA
Hasta los hombres y mujeres de nuestro días, han sido muchas las civilizaciones que han vivido del mármol de Macael. Fenicios, árabes y romanos han explotado a lo largo de los siglos las entrañas de sus montes. Durante mucho tiempo también han sido y duro y poco reconocido el trabajo de los animales, fieles amigos y el medio de transporte para la pesada piedra y para los propios hombres del mármol.
La simpatía por las bestias de Miguel Ortega viene de esa época, en la que el mármol de Macael era trasladado por una yunta de bueyes, burros, mulas o caballos. Uno de estos hombres, fue su abuelo, la dura profesión del cantero era sólo aliviado por equinos, que trabajaban muy cerca de sus amos. Así lo recuerda, sentado en su finca, hoy el hogar de más de una treintena de «burillas y ponas» y unos pocos y muy mimados machos sementales. «Mis hermanos y yo subíamos a las canteras para ayudar a mi padre, a lomos de uno», recuerda acompañado de un buen puro, y rodeado de sus animales y todo tipo de sus útiles, herramientas y enseres.
«El cariño me viene ya desde niño y es casi una cuestión de orgullo», reflexiona. «Cuándo era chico, me prometí que algún día llegaría a tener por lo menos dos o tres buenos caballos», comenta sonriente. «En aquellos tiempos de muchísima escasez, muy poco gente podía tenerlos», matiza. Desde entonces, siempre he estado cerca de ellos. Su simpatía es especialmente sensible hacia las burras. «A los burros no los quiere nadie», explica. Él sólo cuenta con dos o tres burros, un caballito enano o pony y unas cuantas ponas.
Miguel se ha dedicado toda la vida a la extracción, elaboración y distribución del mármol Macael, llegando a tener dos grandes empresas, una flota de camiones y otra sociedad de venta y distribución de materiales de construcción, gestionada por su mujer, Isabel. Ha llegado a ser un gran empresario de la piedra natural, pero también ha tenido siempre corazón de ganadero. Cuando le preguntamos si su finca ubicada en Purchena es como un refugio para los borricos, dice que él es ganadero, aunque inmediatamente añade que «más que un negocio sino una afición».
«Las burricas son buenos animales, pero son muy delicadas para comer, mucho más que los caballos. Le damos salvado y avena, que es un buen pasto. No es barato alimentar y tenerlas bien atendidas», explica.
«Yo sólo vendo algunos ejemplares para ir sacando para ellas», detalla. Sabe todos los nombres de sus animales aunque le cuesta recordar algunos rápidamente.
Las burricas están en un estado semilibertad, dada las grandes dimensiones de la parcela 'del Ortega', un vecino muy popular en la comarca y en especial en pueblo de Purchena, donde reside. Ayudado por otro vecino del pueblo, Julio, va todos los días a comprobar como está cada uno de sus animales.
Entre ellos, nos habla con orgullo de algunos de sus ejemplares. Por su belleza y originalidad destaca a Farruquito, un burrito blanco, muy mimado por ser un buen semental. Marcelina, Amado, Rayá, Reguleta, Vidal son algunos de sus nombres, relacionados con el santoral del día que nacieron, con su aspecto físico o por alguna anécdota circunstancial o relacionada con su compra. También cuenta con dos auténticas burras andaluzas.
«Las burras zamoranas leonesas son nobles ejemplares, pero no tienen la elegancia y categoría de una buena burra andaluza, así como las catalanas que son muy grandes pero bastante 'ejracias'». opina
«Con Bienvenida hicimos un muy buen trato con uno de Guadix y de ahí su nombre, también a su hija se le ha bautizado con Bienvenida dos, para que sigamos haciendo buenos acuerdos».
Confiesa que le apasionan las ferias de ganado equino, como la de Albox, donde es muy conocido. También acude asiduamente a muchas otras como la de Guadix, Baza, o Caravaca y ha llegado a subir a cualquier punto de la geografía española (Extremadura, Navarra o Asturias...) «a por unas buenas potras», comenta.
«Es muy divertido este mundo del ganado, lo más bonito es poder llegar a un trato y echarle la mano a un empresario, a un agricultor o a un gitano de Murcia», continua.
Érase una vez la historia de un hombre del mármol y de su amistad con los 'burricos'. Ideal
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