martes, 8 de septiembre de 2015

Siempre Paquito Milán

Siempre Paquito Milán
Miguel González / IDEAL 26 DE DICIEMBRE DE 2008


Paco Milán celebrando un gol frente al Betis B en la temporada 1997/98

Es difícil ser ídolo en Tercera División o 2ª B, pero Paquito Milán firmaba autógrafos igual que una estrella a la chiquillería que acudía al Escribano Castilla, y es que era eso, una estrella que, por los misterios inescrutables del fútbol, se había quedado alumbrando con su calidad y su carisma unas categorías que entienden poco de lustre y mucho de martillo. El jugador almeriense fue el buque insignia del Motril del ascenso y también uno de los principales asideros de la heroica permanencia en la temporada siguiente. La conjunción de esa época irrepetible con la magia que desplegaba sobre el campo y su indudable encanto personal lo convirtieron, además, en un icono para la afición.

Paco Milán jugaba con una sonrisa pintada en la cara, la misma que transmitían su juego y sus goles, y es que de su contacto con el balón cabía esperar cualquier genialidad, tal vez por ese manejo exquisito adquirido en el fútbol sala, en el que llegó a internacional. Mezclaba lujo y eficacia cual futbolista de dibujos animados, tal como definió en su día Jorge Valdano al brasileño Romario.

Sus bicicletas, sus goles antológicos y decisivos, su solidaridad de peón siendo artista, su particular samba después de marcar, su identificación con el equipo y su carácter alegre y afable formaban un cóctel exquisito que cautivó al personal. Sus goles parecían celebrarse más que el resto y cuando las cosas se torcían siempre quedaba la posibilidad de aferrarse a su chistera, de la que podía surgir un gol de orfebre o una asistencia providencial previo aclarado de varios rivales. Fue tan fiel a lo que había sembrado durante dos temporadas que su último partido con el Motril lo rubricó con una jugada inolvidable marca de la casa que culminó Vilaseca con el tanto de la permanencia. Después, con Miguel Novo y varios héroes más de aquellos años de epopeya blanquiazul, marchó al Maracena, otra vez a dar brillo a la Tercera. Sería el maracenero su último equipo. Una nochevieja de hace diez años, una traicionera enfermedad a la que llevaba varios meses regateando no le dio más tregua y se lo llevó en plena juventud, convirtiendo al ídolo en mito.

Posiblemente no haya un jugador tan emblemático en los veinticinco años de historia del conjunto blanquiazul. De justicia es recordarlo, aunque Milán nunca se fue, se quedó para siempre ejerciendo de eso, de Paco Milán.
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